Copas de Tagua


 ¡Brindemos!...

El Rey de la tagua, don Eusebio Campillo, escurridizo personaje de quien se habla mucho en Urabá, principal comerciante de tagua a finales del siglo XIX, acostumbró tomar brandy, ron, whisky, en copas de tagua. Sus  brindis los hacía casi siempre que obtenía buenos dividendos con el comercio de tagua, vendida a europeos que fabricaban con ella, obras artesanales de alta calidad.

Muchos años después, aparecen estas copas de tagua (producto limpio, natural), en las cuales podrías degustar tu licor preferido. Sería un ritual con los espíritus de la selva de Urabá de donde provienen las semillas de tagua, marfil vegetal, gracias al ingenio del artista Iván Graciano Morelo Ruiz, creador de las refinadas copas, a un precio favorable. $40.000 la caja de seis unidades.

¡Brinda por tus éxitos en copas de tagua!

Iván, en un promotor y difusor de la tagua en Urabá, en la actualidad está repoblando esta palma en ciertos lugares como en el Instituto Agrícola de Urabá en Chigorodó, debido a que se encuentra a punto de desaparecer. Él quiere que la palma de tagua sea insignia emblemática de la región y del departamento de Antioquia. Apoya esta noble propuesta.



Teléfono: 320-689-51-18 o 302-16-58

Iván Graciano Morelo Ruiz, 2011
Gestor

Un tagual para el futuro


Antecedentes históricos

En los albores del siglo veinte, floreció en la zona de Urabá una actividad económica de medular importancia en la vida cultural y social de la región, en su historia: La recolección y comercio de semilla de tagua. El grueso volumen y prosperidad de dicha actividad, promovida principalmente por comerciantes alemanes y gringos (aunque también los hubo nacionales como Eusebio Campillo, el archifamoso Rey de la Tagua), atrajo a numerosos pobladores de los departamentos de Córdoba, Chocó y la región Caribe, los cuales vieron en la tagua una esperanza que los librara de las durísimas condiciones económicas que venían padeciendo en sus terruños. Y se encocaron a buscar  palmas de tagua y recoger  su semilla  a lo largo y ancho de la zona, sorteando toda clase de peligros, como enjambres de mosquitos matagente, serpientes mapaná equis enrolladas al pie de los racimos de tagua caídos, tigres, lluvias diluviales y avisperos salvajes.  La semilla abundaba tanto como la necesidad de trabajo. Por mucho tiempo el negocio dio de comer a numerosas familias hasta el punto de convertirse en una de las principales fuentes económica de toda la región y de esta manera marcó la vida cotidiana de la misma. A los ricos comerciantes los hizo riquísimos: pagaban a los colonos recolectores una miseria y vendían a precio casi de oro. La cosa marchaba viento en popa. Todos en la región tenían que ver con la tagua de una u otra manera; de aquí que ésta se haya convertido en un referente histórico poderoso que aun gravita en la memoria y en el lenguaje del pueblo urabaense.  El municipio de Chigorodó ocupó un lugar destacado durante la bonanza taguera. Hasta que llegó la gran ola bananera y relevó a la tagua. Tal vez esa sea la razón por la cual la palabra tagua haya permanecido por muchos años cubierta de una delgada capa de musguillo injusto de olvido. Injusto porque Urabá le debe mucho a la tagua, que calmó muchas hambres y generó una especie de cultura de la vida cotidiana  a su alrededor. 


Sembrando memoria 

Desde el año 1.995, el docente y artista sanjuanero Iván Graciano Morelo Ruiz, llegado a Chigorodó  el año 1987, se ha comprometido con el arte, la historia y la cultura de la región. Ha trabajado sin pausa en la reivindicación y engrandecimiento de la cultura y la educación. Fundó el taller literario Un guadual que rumora, y la microrrevista literaria La Tagua, de amplia aceptación y circulación. Con  la escultura y la poesía terrígenas, en las que ha tenido importantes logros, siempre trata de desentrañar  la memoria de la tierra y del hombre, valores estéticos, cívicos  y humanísticos.  Con igual compromiso se ha entregado a la verde tarea de sembrar palmas de tagua en lugares públicos, como el parque principal de Chigorodó,  en patios y jardines particulares. Su propósito es hacer de esta palma y su semilla un referente eco- simbólico y cultural que genere reflexiones sobre el pasado, presente y futuro. 

El proyecto que ha concebido y estructurado consiste, en breves palabras, en sembrar jardines de tagua, taguales, en espacios tanto  públicos como privados. A través de los diseños de estos jardines de tagua, así como con la elaboración artesanal de objetos de tagua, se busca abrir puertas al interés turístico a nivel nacional e internacional, además de construir el Museo de la Tagua, el cual sirva como espacio para las lecturas históricas del territorio y sus dinámicas ecológica, económica, política y cultural. Este ambicioso proyecto eco-cultural va dirigido tanto a la población local como a la global, y se propone como objetivo proyectar los valores culturales y  a la región hacia escenarios globales.

Uno de los más resientes bosquecillo de tagua, se ha sombreado los predios de la   Institución Educativa, Instituto Agrícola Urabá,  por iniciativa de Iván, en coordinación con la rectora Margarita Espinosa, Roberto Arroyabe, (líder cívico) y los docentes  John Ferney Higuita, Luis Alfonso Hoyos, Leonardo estrada Úsuga (escultor) y  Jaun Raúl, secretario de agricultura del municipio de Chigorodó. Con ese pequeño jardín de tagua, 20 palmas en total,  se pretende tener un punto de referencias —cultivo demostrativo— para que los visitantes o turistas conozcan la palma de tagua y  todo lo que hay alrededor de la  proverbial semilla de tagua conocida   como “marfil Vegetal” por sus bondades como materia prima para la elaboración de infinidades de artesanías como  copas, las cuales hace el  artista y docente  Iván Graciano. 


Qué bueno que en  Chigorodó se siga sembrando palmas de  Tagua, con el propósito de hacer de la localidad a futuro, un municipio fuerte a escala  regional, nacional e internacional  a partir de este producto propio de la región en vía  de extinción.

 Iván Graicano Morelo Ruiz
Abril 12 de 20011

Un pedagogo y reeducador, a lápiz

EL MUNDO 2007
Iván Graciano Morelo Ruiz, ganador del Salón de Arte del Magisterio

“A lápiz” es el título de esta obra, ganadora del primer puesto en el XV Salón “Arte del Magisterio”, realizado en agosto de este año. Elaborada en técnica mixta, con los lápices y fragmentos de dibujos espontáneos realizados por los alumnos del autor, Iván Graciano Morelo Ruiz.
Autor: María Carmenza Gómez F.

Es a partir de la lectura de los acontecimientos cotidianos y de las personas que los vivencian que este artista y docente crea una obra de arte para reflexionar y pensar en lo que hace.
Por primera vez Iván Graciano Morelo Ruiz, docente de 39 años de edad y amante de la educación y el arte, participa en el Salón Arte del Magisterio, pero no es la primera que pasa por una exposición colectiva de artes plásticas, sino que lleva 20 en su haber, en las cuales sus obras son más que una obra de arte; el fruto de la reflexión y la lectura que hace del contexto donde se desenvuelve su labor como profesor.

Desde que Morelo inició su labor como docente, hace más de 15 años, se ha interesado en observar la relación que sostienen sus alumnos con los objetos cotidianos del aula de clase o del contexto familiar y social. Constantemente hace lecturas y relecturas de la forma como los chicos y las chicas usan y dejan el tablero, los lápices, los cuadernos, los libros, los colores, los pupitres, en suma, todo lo que tienen a su alrededor durante el proceso de enseñanza.

Fue por eso que se le ocurrió hacer la obra “A lápiz” a partir de experiencias concretas que se ocurren en el contexto escolar, de realidades que están ahí, y que considera que hay que señalarlas o significarlas desde lo social.

“Me he dado a la tarea hacer una investigación de la pedagogía que utilizamos los docentes desde el arte, por más de 5 años, con una mirada limpia, transparente y escrutadora”.

Proceso íntimo y colectivo

“La obra ‘A lápiz’, la hice con elementos contidianos de la escuela pero con una fuerte carga simbólica, afectiva, emocional y psicológica. Tuve en cuenta un tablero verde porque creo que los ‘profes’ tenemos las retinas de ese color, más de 1000 lápices pequeños que recogí en diferentes escuelas del área metropolitana, esos que ya no le caben en los dedos a los niños. Pequeños lápices mordidos, marcados, partidos por la mitad, algunos con puntas por lado y lado, y dibujos que los estudiantes de manera clandestina hacen en los cuadernos. Grafías intimas, esa que la escuela considera profana, pero que investigado bien que hay detrás de cado uno de esas manifestaciones, se puede hacer una lectura de la situación social que a diario viven los estudiantes en su entorno familiar entre otros”.

Iván Graciano siente que esta obra no es sólo suya, porque es un producto creativo individual y colectivo, porque en ella el artista aportó la idea y los conceptos que quería reflejar y los niños donaron los objetos y los dibujos.

“Estos también me permitieron recoger y visualizar como el proceso de lecto-escritura de los niños muestra las falencias y fortalezas que adquieren los niños en el proceso de aprendizaje, pero también dejan ver el nivel de compromiso de los docentes que los guían”, explica Morelo.

El arte es para sensibilizar

La propuesta plástica que llevó este docente al Salón de Artes del Magisterio busca estimular individualidades y si es el caso estimular esquemas mentales.

Según explicó Morelo, la ubicación de los lápices en forma vertical son un símil de la verticalidad de la educación, de los temores, de los obstáculos, de la violencia intra-familiar y del conflicto en nuestro país. Mientras que la posición horizontal de estos en el otro cuadro, invitan a abrir el diálogo entre la comunidad educativa, a fomentar una educación más horizontal, dado que los alumnos son pensantes y están llenos de contenidos y significados que les da el mundo global-

Valor del premio

Para Iván Graciano la importancia de haber ganado este premio en el XV Salón de Artistas del Magisterio tiene un precio invaluable, que es permitirle al docente expresar sus ideas y ponerlas en común con la comunidad a la que pertenece.

“Es por eso que en la institución educativa donde trabajo, Bernardo Arango Macías en el municipio de La Estrella, en el mes de octubre vamos a exponer las obras, incluida la mía, para que los niños la vean, mejor dicho, para devolverles lo que me aportaron, porque el maestro tiene que ser un artista en su clase y ésta debe ser una obra de arte”, dijo Morelo.

Experiencias como esta son una motivación para el gremio de los docentes y para los alumnos que comienzan su trasegar por el mundo del arte.
Salón de Arte
La Secretaría de Educación para la Cultura, consciente de la necesidad de tener maestros sensibles al arte que puedan guiar a los jóvenes del presente hacia un mejor futuro y una sociedad más humana, equitativa y en armonía; además, con la certeza de la importancia que tiene en la formación de los niños y jóvenes el desarrollo de la creatividad y la introducción del arte en su sistema educativo, organiza desde la década del ochenta el Salón de Arte del Magisterio.

La versión XV de este Salón no sólo estimula con exhibición de los trabajos de los maestros vinculados con al arte, sino que premia a los artistas que ejercen como maestros, con la entrega de tres únicos premios:

- Primer Premio: $4.000.000 (cuatro millones de pesos)

- Segundo Premio: $3.000.000 (tres millones de pesos)

- Tercer Premio: $2.000.000 (dos millones de pesos)