Un tagual para el futuro


Antecedentes históricos

En los albores del siglo veinte, floreció en la zona de Urabá una actividad económica de medular importancia en la vida cultural y social de la región, en su historia: La recolección y comercio de semilla de tagua. El grueso volumen y prosperidad de dicha actividad, promovida principalmente por comerciantes alemanes y gringos (aunque también los hubo nacionales como Eusebio Campillo, el archifamoso Rey de la Tagua), atrajo a numerosos pobladores de los departamentos de Córdoba, Chocó y la región Caribe, los cuales vieron en la tagua una esperanza que los librara de las durísimas condiciones económicas que venían padeciendo en sus terruños. Y se encocaron a buscar  palmas de tagua y recoger  su semilla  a lo largo y ancho de la zona, sorteando toda clase de peligros, como enjambres de mosquitos matagente, serpientes mapaná equis enrolladas al pie de los racimos de tagua caídos, tigres, lluvias diluviales y avisperos salvajes.  La semilla abundaba tanto como la necesidad de trabajo. Por mucho tiempo el negocio dio de comer a numerosas familias hasta el punto de convertirse en una de las principales fuentes económica de toda la región y de esta manera marcó la vida cotidiana de la misma. A los ricos comerciantes los hizo riquísimos: pagaban a los colonos recolectores una miseria y vendían a precio casi de oro. La cosa marchaba viento en popa. Todos en la región tenían que ver con la tagua de una u otra manera; de aquí que ésta se haya convertido en un referente histórico poderoso que aun gravita en la memoria y en el lenguaje del pueblo urabaense.  El municipio de Chigorodó ocupó un lugar destacado durante la bonanza taguera. Hasta que llegó la gran ola bananera y relevó a la tagua. Tal vez esa sea la razón por la cual la palabra tagua haya permanecido por muchos años cubierta de una delgada capa de musguillo injusto de olvido. Injusto porque Urabá le debe mucho a la tagua, que calmó muchas hambres y generó una especie de cultura de la vida cotidiana  a su alrededor. 


Sembrando memoria 

Desde el año 1.995, el docente y artista sanjuanero Iván Graciano Morelo Ruiz, llegado a Chigorodó  el año 1987, se ha comprometido con el arte, la historia y la cultura de la región. Ha trabajado sin pausa en la reivindicación y engrandecimiento de la cultura y la educación. Fundó el taller literario Un guadual que rumora, y la microrrevista literaria La Tagua, de amplia aceptación y circulación. Con  la escultura y la poesía terrígenas, en las que ha tenido importantes logros, siempre trata de desentrañar  la memoria de la tierra y del hombre, valores estéticos, cívicos  y humanísticos.  Con igual compromiso se ha entregado a la verde tarea de sembrar palmas de tagua en lugares públicos, como el parque principal de Chigorodó,  en patios y jardines particulares. Su propósito es hacer de esta palma y su semilla un referente eco- simbólico y cultural que genere reflexiones sobre el pasado, presente y futuro. 

El proyecto que ha concebido y estructurado consiste, en breves palabras, en sembrar jardines de tagua, taguales, en espacios tanto  públicos como privados. A través de los diseños de estos jardines de tagua, así como con la elaboración artesanal de objetos de tagua, se busca abrir puertas al interés turístico a nivel nacional e internacional, además de construir el Museo de la Tagua, el cual sirva como espacio para las lecturas históricas del territorio y sus dinámicas ecológica, económica, política y cultural. Este ambicioso proyecto eco-cultural va dirigido tanto a la población local como a la global, y se propone como objetivo proyectar los valores culturales y  a la región hacia escenarios globales.

Uno de los más resientes bosquecillo de tagua, se ha sombreado los predios de la   Institución Educativa, Instituto Agrícola Urabá,  por iniciativa de Iván, en coordinación con la rectora Margarita Espinosa, Roberto Arroyabe, (líder cívico) y los docentes  John Ferney Higuita, Luis Alfonso Hoyos, Leonardo estrada Úsuga (escultor) y  Jaun Raúl, secretario de agricultura del municipio de Chigorodó. Con ese pequeño jardín de tagua, 20 palmas en total,  se pretende tener un punto de referencias —cultivo demostrativo— para que los visitantes o turistas conozcan la palma de tagua y  todo lo que hay alrededor de la  proverbial semilla de tagua conocida   como “marfil Vegetal” por sus bondades como materia prima para la elaboración de infinidades de artesanías como  copas, las cuales hace el  artista y docente  Iván Graciano. 


Qué bueno que en  Chigorodó se siga sembrando palmas de  Tagua, con el propósito de hacer de la localidad a futuro, un municipio fuerte a escala  regional, nacional e internacional  a partir de este producto propio de la región en vía  de extinción.

 Iván Graicano Morelo Ruiz
Abril 12 de 20011

2 comentarios:

  1. Ivan...recibe un abrazo de felicitación por ese proyecto tan interesante y tan benéfico para la conservación del Medio Ambiente. Eso es lo que yo llamo "PEDAGOGÍA MÁS ALLÁ DEL AULA", tengo mucho que aprender de ti. Tu presencia en UNAULA es una excelente oportunidad para conocerte como un transformador permanente del entorno, que es precisamente una de las acciones que demuestran la inteligencia humana.

    María Nubia Arboleda Münera

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  2. muy bien compadre por la labor en frente de esta causa.
    vamos palante

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