Oficio negro

Por Iván Graciano Morelo Ruiz
ivanmorelo@yahoo.com

Vive en la zona rural de  La Estrella, municipio colgado al sur del Valle de Aburrá. Se llama Gerardo Bedoya,  pero nada que ver con el conocido futbolista colombiano. Los únicos guayos que ha calzado, los de la lucha diaria,  se los ha puesto para hacerle frente a las durezas de la vida de carbonero. Juega de otra manera, gambeteando a las llamas: “Llevo 60 años jugando con candela”, dice  Bedoya. Desde niño se inició en el arte negro de la carbonería, el cual ha ido perfeccionando a través del tiempo y los quemones, hasta lograr un producto artesanal con calidad de exportación. La materia que transforma en primitiva fuente de calor es la madera. Recoge cuanto chamizo seco se le atraviesa por los andurriales que transita; recibe generosas donaciones de chasca y troncos carbonables que le ofrecen los vecinos compasivos y desocupados, pero jamás corta un árbol. Forma  montañitas de mercancía, carbonales,  ciento por ciento ecológica, pura. De eso vive. Posee  buena fama en la región, carne que se ase con carbón de los Bedoya, coge un sabor exquisito e inigualable, aseguran sus clientes.

A parte lo pintoresco de tan antiguo e ignorado oficio, hay que resaltar  que nuestro tizonero  es un hombre  mayor, de 70 años, ya comienza a padecer los achaques de la edad adulta y el trabajo duro. La humilde “cabaña” en la que vive con su familia, está encorvándose sobre ellos.  Con una mirada nubosa fija en el horizonte montañoso, y voz melancólica, expresa: “Mi rancho está fallando igual que yo, porque últimamente me está doliendo mucho la columna y además estoy muy corto de vista ya”.

A lo lejos humea débilmente su fábrica carbonera en forma de pirámide, como un altar levantado en honor de algún tiznado dios de los carboneros. Pero no; Gerardo Bedoya vive como abandonado de todos los dioses. Ojalá piadosas chispas de solidaridad humana le alumbren un porvenir y un rancho dignos —  para que no se moje su mercancía ni su familia — y  el artesano del carbón de La Estrella no la siga viendo negra.

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