La historia que me contaron los pedacitos de lápices


Por: Edelmira Castrillón Zapata. Asesora Psicológica

El maestro Iván Graciano nos trae pedacitos de lápiz,  papel y madera, que son denuncia y propuesta, un intento de enrostrar lo que está pasando aún, revelando lo que es evidente pero invisible por lo cotidiano. Las tablas de pupitre nos ponen ante la presencia de un pasado actual, prácticas pedagógicas que considerábamos del pasado... problemas actuales
Los personajes de sus obras son niños y jóvenes anónimos de cualquier escuela o colegio público, de la ciudad o los pueblos, con angustias similares, necesidades, problemas, llamado y denuncia que chocan  con la indiferencia, la ignorancia, la rigidez, el temor, la negativa al cambio. El artista hace desfilar en su obra actores reales, de personajes ficticios, ideales o reales, extraídos de su propia cotidianidad.

Los lápices que el maestro Morelo recoge en las instituciones educativas, los pedacitos, los mordidos, agredidos, desgastados, punzados, patoniados, esos que transitan con su dueño, o varios dueños y vienen a una exposición para ser una sorpresa para muchos, generar estupefacción en ciertos adultos y niños que no habían visto tantos lápices juntos, variados y “marcados” con huellas de uso, colgados como prendedores, como símbolos, como obra de arte. Viene entonces a mi memoria el olor del lápiz nuevo, recién sacada la punta, ese que se estrena el primer día de la escuela y se trabaja con primor para evitar que se estropee, se le quiebre la punta o enmugre el cuaderno.  Los hay de todos los tonos, más oscuritos, unos tímidos que apenas dejan su marca, otros imperiosos que dan grabados a pesar del borrador. 
Lápiz y borrador amigos inseparable, pero lápices sin borrador, son casi todos los que vemos, todos trabajados y trabajadores, unos mas que otros, pero todos estos afortunados porque terminaron contando historias, develando asuntos con su sola presencia - sin escribir o hacer garabatos –, después de maltrechos, abandonados, entregados, canjeados o reciclados terminaron siendo el deleite de otros niños que quieren poseerlos como prendedor, se asombran con la golosa y los cuadros que forman en la pared, quieren cogerlos o llevarse uno o mas de uno,  hacer figuras, escaleras, triqui, castillos o torres.
Ahí están los lápices, acompañando las tablas de pupitre y los pedacitos de papel y tal vez unas hojas enteras de cuadernos, con nada distinto a lo que a diario vemos en las aulas, pero con algo nuevo, están denunciando, mostrando una realidad y proponiendo una nueva mirada sobre la escuela, las relaciones entre maestro-a – alumno-a, entre el deseo y el saber, entre los encuentros y desencuentros por cuyas fisuras se forman los sujetos.
La propuesta…  asumir el reto de educar y formar personas, de escuchar las voces de los y las estudiantes, reconociéndolos como interlocutores válidos, pues al fin se trata de su futuro, su formación,  de su vida.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario