A propósito de Historias en garabatos, a lápiz


Por: Edelmira Castrillón Zapata. Asesora Psicológica

El Maestro Iván Graciano Morelo, nos pone de cara frente a una realidad invisibilizada en la escuela; asistir a su exposición es encontrarse con los diversos rostros de los niños, niñas y jóvenes que transitan las aulas, pasillos, patios, que viven  o sobreviven la escuela, que también es una forma de habitar el mundo cotidiano escolar  
El pupitre es un  referente del proceso escolar, sobre ese objeto se materializan muchos aspectos del proceso educativo, aún en el siglo XXI con los avances de las tecnologías  y las propuestas pedagógicas innovadoras, la consignación de notas, la postura y compostura siguen ligadas al pupitre,  sobre el que se sientan los y las estudiantes y asientan sus escritos, sean notas de clase, trabajos, pensamientos, sentimientos, frustraciones o simplemente “escaparse” de la clase, ubicarse en otro asunto, para pasar el tiempo y el tedio que genera el medio, la familia, el maestro o la situación escolar.

En la obra expuesta, se puede apreciar sentimientos, pensamientos, emociones, deseos, frustraciones, protesta, esperanza, vacilaciones, incertidumbre y no sólo de los y las estudiantes, en letras y dibujos a jirones, los que dejan los primeros trazos, lerdos, tímidos, balbucientes como las palabras dichas y a veces también temerosos, otros, son jirones de la prisa, cómplice de lo hecho al escondido, en los interludios de la clase o mejor del maestro.
Esos garabatos a lápices, como los denomina el maestro Iván Graciano, develan sutilmente dinámicas escolares, que por ser precisamente de la escuela son flujos sociales, así desfilan sumas, restas y divisiones, frases recortadas o cortantes: las de la eterna ilusión como, “mamá, me mi, mi mamá me ama”, las de la calificación como, “No hizo la tarea”. Los temas expuestos denotan rabia, amor, sexo, religión, consumismo, futbol, miseria, la muerte, droga, el siempre triqui… Denuncia y esperanza, frustración y rabia, miedo y preocupación, voz ahogada de la realidad psicosocial de muchos estudiantes, quizás una gran mayoría.
Lápices verticales y horizontales, que según el artista responde a más o menos flexibilidad y cercanía en las relaciones con de alumnos y maestros, de los horizontales dice que son más frescos, coloridos, sus  contenidos son de temas más escolares. Pero igual, juntos son una composición discorde que al unísono irrumpen como una bofetada a los maestros y maestras ciegas, como aquella de las planas: “Plana uno: m, m, m”, “Plana 2 una familia está conformada por mi mamá” y el respectivo revisado de la maestra: “No terminó, se quedó dormido en el pupitre”, profe, que mas podía decir? Para que llenar una plana con la misma frase? Puede ser que se quedó soñando con su familia, deseando que lo esperara al regreso de la escuela, pues tal vez ese niño o niña tiene que esperar hasta la noche por su madre.
Igual lleva a pensar en los y las docentes, la hermosa caricatura que alguien hace de un compañero, en clase de artística, con calificación de insuficiente y la respectiva nota del profe “no haga bobadas en clase de artística”; a pensar en la dinámica escolar, como la que refiere a la personera elegida, a los nerds, al matoneo escolar, a los métodos, la influencia de los medios masivos de comunicación y también se puede pensar en los procesos de interiorización de las normas, ideales, de las valoraciones y significaciones que hacen los y las estudiantes, que son en sí los aprendizajes que adquieren. 
Esta obra nos pone frente a muchos asuntos de la cotidianidad escolar poco reflexionados, poco abordados desde la mente y el corazón. Aparece la complejidad social y personal del estudiante, la ceguera del maestro, el ejercicio de poder con la nota, el aislamiento y soledad de muchos niños, niñas y jóvenes en un medio hostil, adverso o poco provocativo, la familia ausente, padres ocupados y despreocupados, maestros muy pre-ocupados, la escuela como posibilidad. 
Denuncia y propuesta pedagógica que convoca a desentrañar las relaciones de poder, a ser reflexivos ante la realidad, a desacomodarnos y hacer otras lecturas de la escuela, desde la mirada de la mayoría de sus moradores, alumnos y alumnas que están en otro lugar (por supuesto asignado), a detenernos en las percepciones de la escuela cárcel y darle mas sentido  a la gritería al saber que no hay clase, a las expresiones “nos  largaron” ó largamos el “personal” y… tantas mas.  
Historias en garabatos, a lápiz, como lo dice su autor en la presentación, describe tendencias, yo diría ubica un contexto macro donde se forman personalidades, se nutren saberes y aspiraciones y se hacen o no apuestas por la vida. Le corresponde a la institución, es decir a maestros y maestras releer la cotidianidad escolar y descubrir que alternativas se ofrecen para hacer opciones de vida digna, de los ciudadanos y ciudadanas que se pretende formar. Ese ímpetu por ser de niños, niñas y jóvenes tan fuerte y frágil, como el trazo de un lápiz, va siempre ligado a la relación con los adultos y adultas, especialmente con padres y maestros, cuyo reconocimiento es significativo y muchas veces definitivo.

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