El domador



Genio Difuso quiso domesticar de un soberbio puñetazo en el escritorio a una jauría de zorruelos bochinchozos que hacían la vida imposible en el claustro (jaula de adiestramiento).  Las alimañas raposas, al olfatearlo, se azoraron y le mostraron el colmillo dispuestos a no dejarse amaestrar.
Como el domesticador de fieras no pudo así lograr su fin, decidió disfrazárseles de cazador.  Desde entonces, los inquietos zorrillos se mimetizan con fingido temor cada vez que lo perciben.
Ahora, Genio difuso ha decidido no quitarse el disfraz.

Iván Graciano Morelo Ruiz

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