Dicen que el Rey de la Tagua tuvo hasta 500 trabajadores que recogían semillas de tagua en su finca de Turbo, a orillas del río Guapá. Don Eusebio Campillo era su nombre. Y tenía como práctica arrebatar la mujer a los malos trabajadores para cedérsela a los mejores. También, con particular generosidad, perdonaban las deudas a su gente siempre y cuando accedieran a ponerse un limón en la cabeza. El viejo sacaba su pistola y, desde cierta distancia, tumbaba el limón de un pistoletazo. “El siguiente”, decía, luego.
Cuentan que solo falló una vez.
Versión de Óscar Darío Ruiz
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